¡Hola! Otra vez por aquí el sobrino de la Encarnita. Espero que te haya ido genial la semana.
La mía ha sido bastante tranquilona, la verdad. He hecho entre poco y nada, porque estaba muy a gustito con la chimenea en casa. El único trabajo que he hecho te lo cuento un poco más abajo (aunque ya puedes imaginarlo si leíste el email de la semana pasada…).
Sólo he salido para hacer algunas compras e ir al bar. Ya estoy haciendo buenas migas con los vecinos. Han dejado de mirarme como un forastero, aunque creo que aún les parezco un tío bastante raro.
Pero lo disimulan bien.
Total, que hoy tengo poco hecho que contarte. Pero sí tengo algo observado que contarte. Y es que Kompo y Lako parece que, definitivamente, se han acostumbrado al lugar y están contentos.
Aunque no todo ha sido positivo…
¡Vamos a verlo!
Lo primero que hay que decir es que para ambos esta casa parece ser la casa de sus sueños.
Se pasan el día correteando por la finca y, cuando se cansan, entran adentro como Pedro por su casa y se tumban delante de la chimenea.
Se han acostumbrado pronto a lo bueno, desde luego…
Me preocupa un poco el hecho de que Kompo salga menos que cuando vivíamos en Madrid (antes lo tenía que sacar tres veces al día y ahora sólo sale una). Pero también es verdad que quema energía de sobras en la finca.
En fin, creo que están bastante a gusto ambos dos.
Una de las cosas más llamativas de esta semana ha sido que Lako me ha enseñado que sabe cazar.
¿Que cómo me lo ha enseñado?
Bueno, me ha traído un pájaro y una rata muertas a la entrada de casa.
No tengo muy claro qué significa esto. No sé si cree que soy incapaz de conseguir comida por mí mismo o si me está amenazando. Y no sé cuál de las dos cosas me parece más preocupante.
Pero, vaya, me resulta bastante sorprendente, porque Lako ha sido siempre un gato de ciudad y no había salido nunca del piso donde vivíamos. Supongo que el instinto siempre se mantiene.
Por lo demás, Lako es quien menos problemas da. Sale y entra cuando quiere por cualquier puerta o ventana y se tira horas durmiendo delante de la chimenea. Está muy a gusto, se le nota.
Kompo se ha tirado toda la semana flipando con las vacas y mirándoselas con desconfianza desde la lejanía, ladrándoles y alejándose cuando se acercaban.
Pero parece que ya las ha aceptado.
Parece que ha visto que son unos bichos grandes pero inofensivos.
Y, efectivamente, Javier tenía razón: He tenido que colocar un pastor dividiendo la finca en dos porque, a la que me descuidaba, Kompo se iba a restregarse en las mierdas de las vacas.
Y, claro, después intentaba entrar en casa.
Este es el único trabajo que he hecho esta semana. Colocar el pastor eléctrico. Me molesta un poco tener la finca dividida en dos y no poder tener a todos los animales juntos, pero, bueno, supongo que en el campo no es todo tan idílico como lo tenemos en nuestra cabeza.
Total, que Kompo también está muy feliz. Corretea para arriba y para abajo y, cuando se cansa, se tumba al sol.
Y, cuando empieza a anochecer y hace frío, se mete para casa y se tumba con Lako enfrente de la chimenea.
En definitiva, que están más a gusto que en brazos.
Y esperemos que dure mucho tiempo (no veo motivo por el que deje de ser así, la verdad).
Y eso es todo por esta semana. ¡Nos leemos en la próxima!
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