El proceso de la siega de la hierba o una parte de la cultura asturiana
Parece un proceso simple. Pero ir a la hierba es cultura, es tradición, es unirse a la familia, comer bocadillos al sol, usar las vacaciones del trabajo para dedicarlo a trabajar la tierra. ¿O era? Las máquinas han cambiado mucho la forma de trabajar los prados e "ir a la hierba" es ahora un proceso más rápido y más solitario.
Hemos hablado con dos personas al respecto. Gema nos contará cómo fue para ella ir a la hierba en los años 70 y 80. Jesús, que desde pequeño y aún hoy mantiene esta obligación para sus animales, nos contará lo que ha cambiado desde los 80 o 90 hasta ahora. Un spoiler sobre este artículo: muchísimas palabras asturianas, como es lógico, están relacionadas con la hierba. Así que a los amantes de las lenguas, les encantará.
Gema pasó casi toda su infancia en un pueblo de Siero hasta que a los 14 años tuvo que irse a Oviedo a trabajar para poder traer dinero a esa casa donde se crió y que alojaba a una extensa familia. Su padre era minero y su madre era eso que llaman "ama de casa" y que se traducía a hacer mil millares de actividades a diario, entre llevar la casa, los animales, la huerta, los prados y la crianza en la precariedad de 10 hijas e hijos. Gema cuenta que comenzaban a "ir a la hierba" sobre finales de junio o de julio. "Teníamos herramientas escasas. Recuerdo a mi padre yendo a segar acompañado de algunos de sus hijos, a los que les correspondía ir marañando". Marañar o enmarañar en castellano significa enredar. En asturiano significa dejar la hierba en maraños al segar. Y un marañu, a su vez se refiere a las hileras o fileres ordenadas donde se coloca la hierba ya cortada para que pueda secar.
¡Qué curioso! En castellano significa enredar. Y en asturiano es más bien poner la hierba en un orden sensato. Gema y sus hermanos agarraban la hierba cortada y, como estaban escasos de herramientas, con las manos la esparcían en las mencionadas filas para que fuera secando. Cuando pasaban las horas, se cogía un garabatu (lingazu, rastrillo o rastriellu) y se daban la vuelta a los maraños para que pudieran secar por el otro lado. Las horas de espera para dar esa vuelta las dictaba el sol. Y es que no podía hacerse hasta que no secase el lado que estaba hacia arriba. Dice Gema que esa parte es la que más le gustaba.
Se dejaba unas horas así o incluso hasta el día siguiente. Cuando ya estaba seco, se recogía, de nuevo con el rastrillo. "Mi padre empacaba esa hierba ya seca, no sé cómo lo hacía pero era muy talentoso porque nunca se salía ni un poco de hierba, nos lo echaba a la espalda a los hijos y bajamos prado abajo con ellos hasta la cuadra, donde se almacenaba". Se guarda en la tená, la parte superior de la cuadra, donde Gema recuerda que había una trampilla para que, cuando hubiera que dar de comer posteriormente a los animales, en el caso de Gema casi todo vacas, en invierno, se pudiera abrir y cayera la comida directamente en sus comederos.
Recuerda Gema que era muy común hacer las llamadas vares de yerba. Esto es un poste alto y muy fuerte, que se clava en el terreno. Luego se va apilando hierba seca a los lados. Una de las más tradicionales siluetas de los montes asturianos, pero en decadencia. Primero se apilaba con las manos. Cuando estaba más alto, se usaba el tridente. Y cuando se ponía muy alto, el padre de Gema se subía encima de la vara e iba recibiendo con las manos la hierba que sus hijos le lanzaban para seguir apilando desde arriba. Quedan en forma de montaña, siendo la parte de abajo más ancha y disminuyendo su anchura según subía. Eran días de compartir en familia, de llevar bocadillos, agua y una bota de vino tinto para aguantar los días de trabajo al sol.
La familia de Gema no tenía maquinaria. Ella recuerda que hubiera algún tractor por la zona, pero poco. A parte de la falta de opciones en el mercado de hace unas décadas, los ingresos que llegaban al hogar no daban para lujos. Incluso, recuerda la entrevistada, "ahora hay lindes que cercan a las vacas para que no salgan del terreno en el que tienen que estar, pro en mi época teníamos que lindar a las vacas durante las horas que pasaban fuera, cuidando todo el día que no salieran de las zonas donde debían estar. Eso suponía horas sentadas en el prado viendo pastar a las vacas".
"Ahora es más solitario"
Jesús lleva desde pequeño yendo a la hierba en la aldea donde vive en Quirós. Y dice que ahora es un proceso mucho más rápido. Él la necesita para alimentar a caballos y yeguas cuando bajan las temperaturas. Utiliza segadora o tractor con peine. También una revolvedora y una empacadora. Ahora es más rápido y una persona sola puede hacer el proceso, explica Jesús. Que recuerda que antes era más largo y necesitaba la colaboración de varias manos.
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"Antes usábamos el garabatu, la pala, se segaba con guadaña y se acarreaba la hierba con el rastru o la corza (un instrumento formado por dos maderos paralelos y algunos transversales y que se usan para transportar cargas pesadas") y tirado por vacas. Era entre julio y agosto, mientras que ahora lo hago mucho más rápido", explica Jesús.
En la actualidad, se siega el terreno con tractor o con otras máquinas, dependiendo de la forma o dificultad del terreno. Si el terreno es favorable, sirve un tractor con una barra de siega o con discos y otro día se recoge, se empaca y se transporta con tractor o remolques. "Es muy sencillo y sirve con una persona para hacerlo", recuerda el quirosano.
Se puede segar por la mañana. Se puede marañar con una máquina esparcedora y al día siguiente o el mismo día, según el sol que haya, darle la vuelta con una revolvedora. Según las máquinas disponibles, ahora se empaca o se embola.
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